SUBJETIVIDAD, VULNERABILIDAD Y TERRITORIO
Guillem Homet
El ser humano interactúa, desde sus primeras relaciones, con una serie de personas de forma tenue o intensa, cercana o lejana, individualmente o en los grupos en los que se implanta. Comunidad, entorno inmediato, familia e Individuo componen un conjunto vivo con quien y en donde se establecen vínculos que de forma diversa van configurando en un proceso de interacción e intercambio, su subjetividad y su singularidad.
“Todo lo que está vivo es irrepetible”, decía el escritor ruso Vasily Grossman, pero en los seres humanos además la subjetividad y su singularidad los hace mucho más únicos en el conjunto.
Sin embargo, son vulnerables, susceptibles de sufrir daños en cualquier momento y también son vulnerables a la finitud, es decir, sabiendo que la vida tiene un límite y que la supervivencia depende de muchas circunstancias, momentos, contingencias, etc. E implicando que el límite es la muerte. Esta vulnerabilidad acompaña a los seres humanos a lo largo de sus vidas, hace parte de sus vidas.
La vulnerabilidad, sin embargo, está dotada de una inmensa complejidad porque además de la finitud se añade una vulnerabilidad directamente relacionada con el Otro, el constituyente del Otro, sus obras, sus actos. Sería una vulnerabilidad social.
La vulnerabilidad social es variable, dependerá de la exposición a contingencias y tensiones del vivir en comunidad.
Pero también de los recursos individuales para afrontar estas situaciones. Su capacidad para manejar estos obstáculos, es decir, la resiliencia y también el empoderamiento.
Se puede decir, por lo tanto, que hay unos elementos de riesgo externos y otros elementos de riesgo internos de la misma manera que hay elementos de protección externos y otros elementos internos. La comunidad y el propio ser humano crean o están sujetos a situaciones de riesgo, pero a la vez contienen elementos protectores.
Es decir, todos son vulnerables: lo que varía es la intensidad o, en todo caso, la percepción de ser vulnerable y la exposición a factores de riesgo externos.
También se puede decir que existen colectivos más o menos vulnerables, si trasladamos este concepto a poblaciones o colectivos con determinadas características, sometidos a tensiones, presiones, estresores, entornos desfavorables, etc. Es decir, sometidos a factores de riesgo significativos.
Lo que entendemos por capital social son el conjunto de vínculos, las relaciones, el tejido comunitario necesarios para sostener a las personas en relación, a modus de red, de cojín, de sostenedor. De esta trama comunitaria, las personas reciben los puntos de anclaje afectivos, de ayuda, de referencia; las normas, las reglas, las formas de actuar.
La vulnerabilidad tiene una relación directa con la salud mental. La vulnerabilidad intensa es un atajo hacia la exclusión social y ambas generan problemas y sufrimiento psicosocial que conducen a trastornos mentales. Estos, a su vez, generan más vulnerabilidad y exclusión social que generan dimensiones de otros sufrimientos psicosociales y desventajas sociales, camino para una mayor vulnerabilidad y exclusión social y así sucesivamente se cierra esta rueda de causas y efectos. Es decir, que lo social interviene como un determinante de primer orden, facilitador u obstáculo, en diferentes grados.
Tanto en relación con la causalidad social como con respecto a la selección social, es decir, el antes y el después del sufrimiento mental, el factor de riesgo social está presente en la rueda de la desventaja social. La desventaja social es, por lo tanto, causa y consecuencia.
En cuanto a los factores de protección de la vulnerabilidad, la mayoría de ellos dependen de factores sociales, factores relacionados con la comunidad. La comunidad es el escenario de los “dramatis personae” y es también la herramienta terapéutica y de acompañamiento de estos procesos.
Los determinantes sociales de la salud, como se mencionó anteriormente, forman parte de la rueda causa-efecto de los problemas psicosociales y se contemplan en casi todos los modelos de atención sanitaria del mundo y, por supuesto, con más razón en cuanto a salud mental.
Si se adopta la definición de salud que se defiende desde hace más de cuarenta años y va más allá de la definición de la OMS, se entiende que la salud es una manera de vivir autónoma, solidaria y satisfactoria (Boixareu, 2008). Esta definición que hace que la salud pase de un estado a una manera de vivir, es especialmente útil para la salud mental, incorpora los principios comunitarios de singularidad, de presencia del Otro, de satisfacción individual pero también en relación con lo común.
Lo común, lo comunitario. Todo lo común de las personas en relación.
La salud mental comunitaria tiene que ver con la salud individual, con la salud de la comunidad y con la de ambos al mismo tiempo. Contiene un paradigma bio-psico-social y como pretende ir más allá del cuidado del individuo, conlleva tres premisas: el desplazamiento de la atención del ámbito hospitalario al ámbito comunitario; centrar los objetivos en la persona y mejorar su calidad de vida y, por tanto, tener una práctica asistencial diferenciada y, por último, en la territorialización, es decir, planificar según sus necesidades y utilizando su capital social.
El territorio, definido geográficamente, es principalmente la comunidad que lo habita, sus instituciones y recursos asistencials de todo tipo, sus recursos informales y sus ciudadanos. Por lo tanto, comunidad define un grupo humano atravesado por las mismas instituciones, red social de características similares y comunes, sentimiento de pertenencia, de compartir uso y asociación de espacios comunes, etc. Y también de sus recursos de apoyo, de puntos de referencia, de puntos de sostenimiento de parte importante de sus proyectos de vida, personales y laborales.
La trama de interrelaciones está en la comunidad y es a través de su impacto que pueden permitir un trazado vivencial apto para establecer objetivos asistenciales basados en la mejora de la calidad de vida.
Este punto, que vincula vulnerabilidad, subjetividad y territorio, constituye aquello sobre el que debe actuar la práctica de la salud mental comunitaria: el sufrimiento individual y el abordaje de los determinantes de la salud relacionados, ya sea individuales o sociales, en el contexto de un territorio determinado.
De lo contrario, nos centraremos únicamente en abordar la enfermedad y subestimar el contexto y la dimensión comunitaria que el sufrimiento mental lleva incorporados.
Biografia
Boixareu, R. M. (2008). De la antropologia filosófica a la antropologia de la salud. Barcelona: Herder.
Guillem Homet, psiquiatra, Director del Máster de Salud Mental Comunitaria de la UB.
Junio 2021